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14.3.04

Devuelta elegí la soledad. Ya me escapo de todo, siento incomodidad de solo estar ahi. Tal vez sea la gente, o tal vez sea yo, seguramente un poco de ambas. Es que me inunda, me satura, llega un punto en que sus voces se juntan en un eco interminablemente molesto. Y yo soy ajeno, me alieno a mi mismo, me alejo de ellos. Será que de lo que hablan no comparto. En realidad no comparto el juego, desde que empieza hasta que termina. Es un ritual que no comparto, una celebración de algo que yo no encuentro el porque del celebrar.
Y me hundo, me hundo en mi mismo para escapar por unos momentos. Y ahí viene lo peor, porque ellos siguen y yo me quedo. Cuando vuelvo ya no soy mas del grupo, no mas que el poste que nos mira o la pared que nos sostiene. Ahí es donde me doy cuenta de que sobro en la situación y que la situación me sobra, de que ellos no me necesitan y yo no necesito eso.
No quiero que esto suene soberbio, yo no estoy mas allá de esto, no soy superior, al contrario, no lo alcance, nunca llegue. Lo gracioso, y contradictorio, es que recien ahora, después de que la misma noche se repitiera hasta la eternidad, me doy cuenta de que no pertenezco. Al principio lo disfrutaba, o pensaba disfrutarlo. Y claro, era un mundo nuevo. Pero ya conocido, me vacio. Y devuelta elijo la soledad

“Hay secretos que merecen seguir siéndolo no por falta de un buen narrador, si no por falta de un oyente comprensivo.”

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